Sua
Por ese entonces las hadas de fuego se habían convertido en un gran problema para los habitantes. Ya fueran casas, bosques o incluso cosechas enteras, las pequeñas criaturas arrasaban con todo a su paso.
No hay mucho que ellas pudieran hacer al respecto, así como las hadas de la tierra hacían crecer las plantas y las hadas del agua llenaban los ríos, las hadas de fuego hacían arder todo lo que encontraran, quemar y destruir era su naturaleza y eran muy buenas en ello.
Sua era diferente, sin embargo. La pequeña hada no disfrutaba ver como se desasían las cosas bajo las flamas de sus manos, no le gustaba el olor a quemado ni el calor de las llamas. Sí, Sua era un hada de fuego que odiaba el fuego y esto, por su puesto, era un problema para su colonia.
Muchas veces el Hada Alfa trató de mostrar a Sua lo maravilloso que era el fuego, lo placentero de reducir a cenizas un objeto en tan solo segundos, la magnificencia de los tonos naranja de aquel elemento intocable para el resto. Todo había sido en vano, Sua odiaba destruir y se rehusaba a hacerlo.
El hada mayor pensó que talvez Sua disfrutaría más de su labor cuando con sus propias manos destruyera algo magnífico, de esta forma comprendería el poder en su interior. Con esta idea mandó a Sua a quemar el tesoro más importante de la ciudad: La biblioteca del rey. Le dijo que empezara quemando el libro más magnifico de la colección y a partir de ahí arrasara con todo el lugar.
La pobre hada no tuvo más remedio que aceptar la misión y voló hacia la biblioteca con un gran dolor en el corazón.
No fue fácil hallar a su primera víctima, esplendorosas obras podían observarse por todo el lugar, sin embargo, pronto lo vio: un enorme libro hermosamente iluminado reposaba sobre un atril abierto de par en par, en el centro de la habitación más esplendorosa que Sua había visto jamás. Su cubierta de un cuero extraño, probablemente de algún animal exótico,  poseía incrustaciones de enormes piedras preciosas y en su interior aquí y allá se podían observar decoraciones hechas con auténtico oro y plata.
Al llegar al libro y cuando estuvo a punto de iniciar su tarea, algo más llamó la atención del la joven hada. Era un manuscrito que descansaba sobre un escritorio, en medio de plumas, tinteros y muchas hojas de papel arrugadas. Sua comenzó a leer el texto, era una historia magnífica que la atrapó en un segundo, pero algo faltaba: el final.
La criatura se sintió frustrada por no saber el desenlace de aquella gran historia. Voló de un lado a otro buscando algún indicio que le permitiera continuar la lectura pero todo fue en vano, hasta que reparó en ello. En realidad el objeto no estaba escondido, se encontró ahí a su lado todo el tiempo pero Sua nunca consideró en agarrar la pluma hasta ese momento.
Pensó y pensó en un final adecuado para la historia antes de comenzar a escribir y una vez que colocó la primera frase, el resto fluyó como un río. Al terminar, releyó toda la historia y solo pudo llegar a la conclusión de que ahora era perfecta.
El hada estaba tan enfocada en su labor que nunca oyó la puerta de la biblioteca mientras se abría ni tampoco vio entrar al hombre que se llevó una gran sorpresa cuando se dio cuenta de que un hada de fuego estaba escribiendo la historia que él llevaba más de un mes sin poder finalizar. Sua tampoco presintió al hombre instalándose sigilosamente detrás de ella, observando su trabajo hasta que paró de escribir. Por estos motivos cuando el hombre finalmente se aproximó, Sua se llevó tal susto que sus pequeñas alas casi incendiaron todo lo que se encontraba sobre el escritorio.
Al principio la pequeña hada intentó huir, sin embargo, no pudo salir de aquella habitación. No fue culpa del hombre, quien en ningún momento trató de detener al hada con más que solo palabras que le rogaban que se quedase, no, no fue por el hombre, sino por lo que le estaba diciendo. Generalmente cuando los humanos detectaban hadas de fuego en el hogar, hacían todo lo posible por espantarlas, presas del temor de que incendiaran su vivienda. Usualmente las perseguían con escobas y palos hasta que salían por la ventana o puerta y aún entonces algunos humanos verdaderamente crueles les disparaban con flechas, algunos solo en modo de amenaza, otros con la verdadera intención de asesinar. Por ello, Las hadas no se acercaban a los humanos, eran un peligro para ellas. Aún así, aquel hombre no solo no intentaba espantarlo con palos, escobas o flechas, sino que muy al contrario, lo invitaba a quedarse y charlar y más aún, elogiaba su escritura, con una admiración tan auténtica y sincera que el corazón de Sua dio un brinco. La pequeña hada nunca había recibido un elogio, solo regaños por parte del Hada Alfa y quejas que escuchaba de los humanos cada vez que incendiaba algo. Lo que sentía en ese momento era nuevo, pero agradable y por ello, no pudo alejarse.
Resultaba que el escritor era ya un hombre muy viejo, las historias que toda su vida habían encantado a los demás ya no salían tan fácilmente como antes de su mente, además cada día le costaba más escribir por el dolor que la tarea le provocaba a sus manos y a su espalda. El escritor sabía que se tendría que retirar pronto, por lo que decidió acoger un aprendiz, alguien lo suficientemente digno al quien pudiera transmitirle sus conocimientos. Llevaba meses buscando un pupilo sin éxito, muchas veces encontraba a algún joven con un poco de brillo, pero no era suficiente, no para el escritor del rey en todo caso. Empezaba a darse por vencido y justamente aquel día, cuando pensaba que tal vez el rey tendría que vivir sin escritor por un tiempo, el hada apareció en su biblioteca. Claro, si no podía encontrar al escritor real entre los humanos, ¿por qué no buscarlo entre las criaturas mágicas? La idea de que un hada de fuego, enemiga número uno del papel, fuera el nuevo escritor real le divertía tanto que no podía parar de sonreír, sin embargo aquel chico, hada o no, tenía talento y él no estaba dispuesto a dejarlo ir.  No fue fácil para el escritor, sin embargo, ganar la confianza de la pequeña hada, hicieron falta bastantes días para que Sua se sintiera cómoda alrededor de aquel hombre, después de todo, no es buena idea confiar en los humanos, y menos si se tratan de humanos adultos.
 A pesar de todo, Sua aprendió mucho del escritor y de su propia naturaleza como parte del fuego. Por ejemplo, aprendió que el fuego ahuyenta a la oscuridad y da calor en el invierno, que también es fundamental en el proceso de creación de muchas cosas y que solo a veces el fuego destruye pero que esa destrucción es necesaria para dar paso al nacimiento de una nueva y mejor vida.
Pero la lección más importante que aprendió Sua es que su naturaleza como individuo no es la de destruir, sino la de crear y que lo más importante en la vida es convertirse en lo que uno desea ser no lo que el mundo le dicte que sea. Ahora, en un día cualquiera, se puede encontrar a Sua en  la biblioteca real, junto al escritor, creando historias fantásticas, ayudando con sus llamas a la creación de nuevos y maravillosos libros y aprendiendo todo lo necesario para convertirse en el futuro en el escritor del rey.
Sua
Published:

Owner

Sua

Ilustración del personaje original Sua realizado con técnica mixta para la Feria Internacional del Libro 2019, Costa Rica

Published: