Mi viaje a La Habana

Había escuchado tanto de Cuba que me sentía sumamente emocionada de tener por fin mis boletos de avión, era septiembre y el viaje estaba programado para los primeros días de diciembre a La Habana. Mi novio y yo nos encontrábamos contando los días para el viaje, estaba todo listo, nos hospedaríamos con Lily y Carlos, una pareja que tiene una casa en Vedado cerca de La Habana Vieja.

La última semana de noviembre a unos días de nuestra partida, una noticia conmocionó al mundo entero, sin duda un hecho histórico y un parte aguas en la historia de un país. Fidel Castro había muerto. 

Por varios días los medios no hablaban de otra cosa y por un momento olvidamos que estábamos a punto de viajar a un país que estaría en luto nacional. Lo primero que se nos vino a la mente fue que no habría música, baile, ron, fiesta, etcétera. Características de una ciudad alegre y siempre en movimiento, no tendríamos oportunidad de experimentar el ambiente natural de su gente; así que no sabíamos qué esperar, solo sabíamos que éramos afortunados de presenciar un suceso que no se repetiría. 

Llegó el día de ir a Cuba, con un retraso de dos horas en nuestro vuelo llegamos al aeropuerto de La Habana, era caótico y caluroso, me recordó al metro de la Ciudad de México en hora pico, todos tratando de pasar al mismo tiempo en un inmenso cuello de botella. Por fin salimos del aeropuerto y ya nos esperaba con desesperación, era el hermano de Lily, José, que aparte de ser ingeniero civil trabaja como taxista. El camino hacia casa de Lily y Carlos fue muy corto, tal vez por la plática de José, en el momento en el que subimos al coche nos empezó a hablar de la situación por la que atravesaba la ciudad y el país.

Llegamos con Lily y Carlos, nos recibieron efusivamente con una gran sonrisa, ya se encontraban preocupados por nuestra demora. Entramos a la casa y solo nos dieron oportunidad de dejar las maletas en la habitación, se sentaron ansiosos en el comedor, nos sentamos con ellos y no paramos de hablar hasta que anocheció. Desde el primer paso que dimos dentro de esa casa no nos sentimos como huéspedes sino como invitados, teníamos esa sensación de no haber visto por mucho tiempo a tu familia y la cual te espera con ansias para platicar y ponerse al día. Lily y Carlos nos contaban del luto nacional, de su postura política y del panorama donde ellos se veían. Por otra parte no paraban de preguntar acerca de nuestro país, nos sorprendió saber lo bien informados que están de lo que pasa en México. 

Todas las mañanas encontrábamos el desayuno servido, era un servicio extra por el cual pagamos, pero no nos imaginamos que sería tan personalizado, le ponían especial atención a los detalles, como ponernos algún tipo de picante, a pesar de que ellos no lo consumen. El desayuno era también el punto de reunión, platicábamos de todo, cultura, política, deportes, cine, música, etc. Nos contaban de lo que tienen que hacer para vivir mas o menos bien, Lily por su parte tiene una maestría en letras pero eso no es suficiente, así que tiene que ocupar su casa para rentar cuartos, con eso mantiene la casa lo mejor que puede. 

Pasamos una semana en La Habana, recorrimos todas sus calles caminando, conociendo gente, saboreando su comida, pero sobre todo quedamos marcados por el gran contraste que te ofrece la ciudad, llena de color y al mismo tiempo llena de grietas,
y sin embargo la calidez de la gente se siente en cada paso que das. Todos los días regresábamos caminando a casa por el malecón, sí, a casa, justo así se sentía. La última noche que pasamos con ellos, Lily y Carlos nos sorprendieron con una cena de despedida, por fortuna también era la última noche de luto, así que pudieron conseguir algunas cervezas; estuvimos hablando hasta la madrugada. 

No hubo música, ni baile, ni ron, todos en la calle nos decían que la ciudad no era así, que llegamos en un mal momento, que todo estaba triste. Pero no fue así, fue el momento perfecto para conocer otra parte de la gente, de su ciudad. Fuimos afortunados de estar ahí, justo en ese momento, uno que nunca se va a repetir.

Sin duda regresaremos a La Habana, para experimentar ese júbilo y fiesta del que todos hablan, y regresaremos a casa de Lily y Carlos, a visitar a esa familia que no hemos visto en mucho tiempo.
La Habana, Cuba
Published:

La Habana, Cuba

Published: