EL MIEDO DE GUINEA
Estaba totalmente sola, me encontraba perdida. HabĆa discutido con mi madre, quien decidiĆ³ que debĆa irme de la manada. Realmente no querĆa dejarla, aĆŗn no me sentĆa preparada para salir de casa. Sin embargo, mamĆ” insistiĆ³ y tuve que irme de casa, dejando a mis hermanos, amigos y abuelos; pues segĆŗn mi madre ya no podĆa seguir con ellos, no entiendo por quĆ©... Camine durante horas y horas. Pase el Ć”rbol donde se encontraba Noruega, la Sra. Serpiente, luego cruce por el Rio donde estaba el Sr. BerlĆn, era el cocodrilo mĆ”s enojĆ³n que habĆa conocido, tuve que cruzar con cuidado porque si lo despertaba me comerĆa, como la vez que se comiĆ³ a PapĆ”. DespuĆ©s de cruzar el rio me sentĆ algo perdida, nunca lo habĆa cruzado, se oĆan muchas cosas, sentĆa miedo.
ExtraƱaba a mamĆ”. De repente se me acerco un pequeƱo colibrĆ, me dijo
-EstĆ”s perdida pequeƱitaā no entendĆa yo era mĆ”s alta que Ć©l, le pregunte su nombre.
- ĀæCĆ³mo te llamas?
- Me llamo Chipre, ĀæquĆ© haces aquĆ?, Ya es tarde, para alguien como tĆŗ.
Ā Me sentĆa sola, entonces, le dije:
-Mi madre me saco de la manada, segĆŗn ella no podĆa estar con ellos. No entiendo porque, la manada nunca se ha separado, hasta la abuela Georgia que tiene 109 aƱos sigue con ellos. ĀæALGUIEN CĆMO YO? PreguntĆ© al darme cuenta de lo que habĆa dicho Chipre.
- Pueees, eres un humano, segĆŗn lo que veo; no deberĆas estar aquĆ.
- AquĆ he estado toda mi vida.
- Con que tĆŗ, eres Guinea.
- SĆ, asĆ me puso mi madre, no entiendo por quĆ© lo dices de esa manera.
-Bueno, bueno. Yo no me sĆ© bien la historia. Vamos con Romano, el puede ayudarte, es un BĆŗho muy sabio y nunca olvida nada.
-Pero no te conozco, tengo miedo.
-Si me conoces, soy Chipre. ĀæAcaso quieres quedarte aquĆ sola?
- Ok, te acompaƱo, pero te advierto que sƩ dar buenas patadas.
Durante el camino con Chipre y una larga charla, conocimos a muchos amigos.
Recuerdo a Muralla la Saltamontes, a Migajas, un RatĆ³n que por cierto no tenĆa cola y vimos muchos otros amigos, pero ya no recuerdo sus nombres, fueron demasiados. Chipre tenĆa muchos amigos!
Pero, si recuerdo, cuando tuvimos que correr porque Nauru y su manada de leones nos persiguiĆ³, Ā”casi me muero! Ā Luego, cuando tuvimos que pasar por una cueva llena de MurciĆ©lagos, Ā”eso fue aterrador! Cuando llegamos a casa de Romano el BĆŗho, sentĆ miedo. Era un ave gigantesca, y tenĆa una mirada bastante extraƱa, parecĆa que te juzgaba todo el tiempo.
Tardamos mucho en despertarlo.
-Ā”Ā”Ā”Ā”Al fin, despertaste!!! dijo Chipre.
- ĀæQuĆ© quieres ahora? Dijo Romano.
-Debes ayudar a Guinea; estĆ” perdida.
-Sabes que no podemos hacerlo ella es una humana.
- ĀæQuĆ© es un humano? Dije furiosa.
-La tenĆas que traer, verdad. Nunca te has visto en un espejo, o en el reflejo del agua. Dijo disgustado Romano.
- ĀæQuĆ© es eso? Dije, nuevamente.
- Te mostrarƩ. Dijo Romano algo molesto.
Al llegar a un gran bebedero de agua me zambullĆ en Ć©l, tomĆ© tanta agua como pude. Hasta que Romano pego un grito que levantĆ³ a todas las luciĆ©rnagas; me dijo:
-Ya Guinea por favor levƔntate y mira hacia abajo.
Le hice caso, no tenĆa opciĆ³n.
QuiƩn es ella, y por quƩ me imitaba. De un brinco le pregunte a Romano cuando ya estaba fuera del agua.
Eres tĆŗ, es tu reflejo. Dijo Romano.
Sin entender mucho, pero tranquila al saber que era yo misma volvĆ a entrar al agua.
Era tan extraƱo, tenĆa dedos blancos, dientes no tan filudos, un pelaje bastante extraƱo. Solo lo tenĆa en mi cabeza y en mis sobacos. TambiĆ©n tenia la cara extraƱa mi nariz era mĆ”s pequeƱa, mis ojos de color miel, mi boca era supremamente chica como una pasa. No entendĆa, por quĆ© yo era asĆ, tan diferente a mis hermanos, a mamĆ”. ĀæEsto era un humano? LlorĆ© durante horas me sentĆa confundida, sola, extraƱa, me odiaba.
De repente dijo Romano:
-Vamos, debemos llevarte a casa.
Sin preguntar nada decidĆ seguirlo, parecĆa que sabĆa todo.
Al caminar durante algunas horas Romano decidiĆ³ romper el silencio y me dijo:
-Conozco a tu madre, ella te ama mucho; pero lo que no sabes es que ya no podĆas acompaƱar a la manada. Como ya lo sabes, eres una humana y los humanos no tienen permitido estar aquĆ. Tu madre recibiĆ³ una advertencia de Nauru y su manada. Nauru le dijo que si tĆŗ no te ibas ella atacarĆa a toda la manada y romperĆa el trato que tenemos en este territorio. Pues, aquĆ nos cuidan y nos protegen. Los humanos ya no quieren hacernos daƱo, pero si ven otro humano aquĆ podrĆan lastimarnos a todos, pensarĆan que queremos hacerte daƱo. Por eso Nauru le dijo eso a tu madre, por el bien de todos. ĀæPuedes entenderlo?
No querĆa hablar, solo asentĆ con la cabeza.
Al cruzar la selva empecĆ© a ver muchas cosas que no conocĆa. Entonces, le preguntaba a Romano y a Chipre.
ĀæQuĆ© es esa roca grande, que pareciera que tuviera otras rocas debajo?
Es un auto, lo usan los humanos para trasladarse de un lugar a otro.
ĀæQuĆ© es esa cosa brillante de ahĆ, una estrella?
No, es una luz. Dijo Chipre
ĀæQuĆ© es ese tronco gigante con agujeros y humanos por dentro?
Es un edificio, un hogar o una casa. VerƔs muchos de esos ahora. Dijo Romano
ĀæAhora? No lo entiendo, yo no quiero irme. Dije sollozando
Si, ya no puedes estar aquĆ, te acompaƱaremos hasta que venga alguien y te recoja
No Chipre, por favor no me hagas esto. No quiero irme, ustedes son mi familia ahora, por favor.
No te preocupes mi niƱa yo podrĆ© acompaƱarte, pero ya no volverĆ”s aquĆ.
Nunca me habĆa sentido tan muerta como ese dĆa.
Al pasar el tiempo un auto paro, se acercaron a mi y preguntaron mi nombre. No recuerdo mƔs.
Nunca mas volvĆ a saber de Chipre, de Romano o de MamĆ”ā¦
Creo que nos hemos olvidado.
Ahora vivo en esos gigantes troncos de Ć”rboles de aquella noche, dentro de ellas hay pequeƱas ramas que me dan agua; fuera de ellas siempre hay autos, los odio, Ā”hacen tanto ruido!; me recuerdan a mis hermanos. TambiĆ©n hay luciĆ©rnagas, pero gigantes, tienen muchos colores, se turnan para dar luz en un gran Ć”rbol. Por Ćŗltimo, aquĆ los humanos usan muchas cosas raras, encima de ellos, de bajo de ellos, alrededor; incluso tienen una gran hoja que los tapa en las noches. Dicen que es para protegerse, pero la verdad no sĆ© de que si ellos son mi mayor miedo.
Aun no me siento humana.
FIN