Nunca he sabido llevar mis rencores a escondidas: recorreré el camino hasta tu casa. Nos tumbaremos en la nieve. Nos enseñaremos odios y sufrimientos, piel y entrañas. Les daremos de comer, violentamente. Por un instante olvidaremos que vivimos en unas jaulas hechas a nuestra medida. Que la nuestra es una casa que tiene las ventanas y las puertas tapiadas con cemento. Que nuestra casa no es nuestra. Que siempre ha sido la casa de los niños desterrados.
Te diré que la gente no es jamás la que guardamos en el recuerdo, y me parecerá que me contestas que así es. Me sonreirás desde un costado. Llevas en los labios las canciones que te hicieron feliz. Tus lágrimas tienen sabor de felicidad. Nos daremos la mano, casi sin darnos cuenta. Nos encontraremos bajo las sabanas.