Siempre anhela el solitario encontrar cobijo en la nieve. Estar resguardado, con las mejillas frías. Buscar a los que nunca esperan a que vengamos. Porque la soledad se frena un momento cuando decimos que estamos esperando. Lo mismo da si no nos creen. Su cielo no es el nuestro. Nuestro cielo es plomizo. Nuestros brazos son los que lo sujetan y no lo dejan marchar. Amamos los días cortos y las noches largas. Amamos las tormentas de nieve.
 
Busco amantes negados, como yo mismo lo soy, amigos perdidos para siempre. ¿A cuánta gente guardamos en el corazón a diario? ¿Cuánta gente arrojamos fuera de él? ¿Qué cuidamos cuando no queremos guardar nada? ¿Qué desechamos cuando queremos quedarnos con todo? ¿Dónde están las palabras que no se dicen? ¿Y, con quién? ¿Dónde van a parar esas palabras? ¿Cuáles elegiríamos si tuviéramos que comenzar a decir quiénes somos?
A menudo me sorprendo a mi misma mirando la luz que se filtra entre las rendijas de la persiana, o conduciendo a través de la carretera de la costa, para retrasar el tiempo de regreso a casa. Mi pretensión es hacer las paces conmigo misma, porque el mundo no acaba de caber en mi cabeza. Para que esos a los que de tan cerca vigilo no se percaten de que mi miedo es incluso mayor que el de ellos.
Nunca he sabido llevar mis rencores a escondidas: recorreré el camino hasta tu casa. Nos tumbaremos en la nieve. Nos enseñaremos odios y sufrimientos, piel y entrañas. Les daremos de comer, violentamente. Por un instante olvidaremos que vivimos en unas jaulas hechas a nuestra medida. Que la nuestra es una casa que tiene las ventanas y las puertas tapiadas con cemento. Que nuestra casa no es nuestra. Que siempre ha sido la casa de los niños desterrados.

Te diré que la gente no es jamás la que guardamos en el recuerdo, y me parecerá que me contestas que así es. Me sonreirás desde un costado. Llevas en los labios las canciones que te hicieron feliz. Tus lágrimas tienen sabor de felicidad. Nos daremos la mano, casi sin darnos cuenta. Nos encontraremos bajo las sabanas.
A veces te escondes tan bien que nadie se atreve siquiera a buscarte. Eres una hoja en blanco. Vives en un no-tiempo. Habría que inventar un nombre para el espacio del pensamiento que borra el pasado. Llámale corazón, si quieres. Somos tan extraños como los demás para nuestro propio pensamiento. Somos pasado. Corazones desterrados. Cuerpos sin patria.

Quedarse dormida a tu lado ha de ser como volver a empezar. Atrasar el trabajo que supone recoger mis restos. Quiero contártelo todo: cómo he aprendido a mirar para verte solamente a ti; porqué necesito tus ojos para sentirme a gusto en el mundo. Pero el futuro será, sin duda, mirar y no verte más. Mirar y no percibir nada más que la blanca nieve. Comprender que una no es quien conforma su mundo; que nuestro personal mundo se conforma de nuestros propios miedos.
Peru Abarka 2014
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Peru Abarka 2014

Fallida propuesta para el Peru Abarka 2014

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