Mis niños raros son esculturas creadas a partir del deseo de explorar creativamente con un personaje específico. Esto generó el laboratorio perfecto para experimentar a lo largo de 1 año con diversos materiales como el papel maché, la masilla de construcción, la porcelana fría, textiles peludos, espuma de poliuretano... En fin, con materiales que mi vida iba sugiriendo, tanto por el hecho de tenerlos a la mano, como por sentir la curiosidad intensa de experimentar con su textura (como fue con la espuma de poliuretano, la resina epoxy y el peluche!). 

Estos niños me permitieron condensar en forma física muchas de las ideas que me fascinan: lo juguetón, lo inocente, lo colorido, lo táctil. Me han permitido jugar, escucharme por dentro y practicar la espera, tanto en los procesos físicos de secado de tantos materiales, como la espera a la llegada de la inspiración. Me enseñaron que ella siempre vuelve y que mi brújula interna que dicta la dirección artística, siempre habla con certeza. 

Desde el corazón normalmente ansioso y muy inseguro que escribe estas palabras, el sentir seguridad en las decisiones estéticas que fueron surgiendo durante el proyecto, fue un regalo de la Vida para mí, y por eso les estoy profundamente agradecida. 

Los niños raros me enseñaron a jugar y a creerme el juego.

Mis niños raros are sculptures created from a desire to creatively explore with a character. This generated the perfect laboratory to experiment for a year with various materials such as papier-mâché, construction putty, air dry clay, furry textiles, polyurethane foam... With materials that my life was suggesting, both for the fact of having them on hand, but also for feeling the intense curiosity to experiment with their texture (as it was with the polyurethane foam, the epoxy resin and the furry textile!).

These niños allowed me to condense into physical form many of the ideas that fascinate me: what playful, colorful, tactile and innocent is. They have allowed me to play, to truly listen to myself and to practice the art of waiting. Both in the physical form as in the drying processes of so many materials, but also waiting in a more ethereal form, as waiting for the arrival of inspiration. They taught me that she always comes back, and that my internal compass, which dictates which artistic direction to take, always speaks with certainty.

From the usually anxious and very insecure heart that is writing these words, the fact of feeling secure in so many aesthetic decisions, seemed to me as a gift from Life, and for that I am deeply grateful.

These kids taught me how to play and to believe in my game.