Antonella Cosentino's profile

Autobiografía fragmentada

Autobiografía fragmentada

Me encontré en la cama de hospital con una sonda en las venas y varios moretones alrededor, no había nadie que conociera pero sí el llanto de mi papá a través de las cortinas. Quería avisarle que estaba bien, que no tenía por qué respirar tan agitadamente entre lágrimas entrecortadas, pero no podía hablar porque mi garganta seca no me lo permitía ni mi nebulosa mental dejaba que dos ideas pudieran hilarse dentro mio.

Abrí los ojos mientras gritaba (o quizás, susurraba) un “no me duele”. Que el dolor te cale en los huesos es algo que supe vivir desde chica, pero se va tan rápido como aparece, es fugaz e inexistente en tu futuro. Si te duele el cuerpo, dura sólo en ese instante. Si querés recrearlo cuando estás pacíficamente sentada en el patio de tu casa tomando un café, no podés. Cuando te duele el corazón, decir que cala es poco, casi como una atenuación de la palabra. Si sentís pesar emocional, este es sufrimiento. La miseria te atraviesa, penetra y corrompe. Eso sí que podés sentirlo en cualquier momento, jugando con tu hermana, paseando al perro o corriendo el bondi. Te frena las articulaciones y te corta la respiración cuando menos lo esperás, dejando pedacitos de tu alma en el camino.

Es por eso que sabía que, a pesar de tener once años y haber tenido la espalda abierta a la mitad en un quirófano durante cinco horas mientras médicos hurgaban entre los huesos de mi columna vertebral, estaba bien. Estar mal era otra cosa, el dolor era otra cosa. Era, quizás, el sollozo de mi viejo teniéndole miedo a que no pudiera volver a mover las piernas, miedo a mi muerte, miedo a afrontar lo desconocido cuando lo desconocido le estaba golpeando los talones.
Autobiografía fragmentada
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