En el límite norte las puertas cambian. La ciudad de La Serena hace honor de su clasismo avasallador. El casco histórico creado para dividir deja como patio trasero la rivera del rio Elqui, en él se forja la mixtura de la poca de vegetación que queda en la comuna y el espacio que una cultura ha transformado en basural. Entre puentes y recovecos, la rivera norte del rio, se ha transformado en lugar de emplazamiento para nuevos pobladores; ermitaños, la parte del pueblo que ha sufrido la de la antipatía, el reflejo de un país que da pocas oportunidades.
                Migrantes, camioneros, prófugos o simplemente alguien que busca el aislamiento en un vino o una cerveza, de día, tarde o noche, los amigos de la villa comienzan su estancia en un espacio que se transforma en el margen frente al continuo transitar de obreros, familias y estudiantes que se dirigen al nodo urbano.
                Los inviernos y veranos cambian, las sombras mas no lo colores que siempre tienen sensación de lo olvidado, lo que nadie quiso, las campañas políticas que quedaron sin marcar, usadas para comprar y desechar. El amigo de la villa, se abriga en lo que encuentra, entre sabanas y ropas que alguien desechó, en el suelo que se llena cada noche de brasas. El amigo de la villa, tiene fe en una bandera que a nadie representa. El amigo de la villa fue anónimo para muchos, con emociones para pocos, enamorado, fue asaltado, se enfermó y desapareció, fue la inspiración en un rincón de la ciudad, el espacio extraño que trató de acomodar bajo el sueño de un lugar, un hogar.
Bien|estar
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